Estoy en un bar, en un pub inglés, en el llamado New Inn, enfrente del Science site. Me acabo de comer con muy buen gusto un chicken parma que sabía muy rico, pero mi gusto buscaba picor. Lo busqué con mostaza y con pimienta, un poco de vinagre y no, no, no, algo faltaba: el chile.
Pregunté por salsa picante y no tenían, pero muy amables fueron con el chef a preguntar si tenía. El chef dijo que no. Yo resignado volví a mi lugar pero para mi sorpresa llegó el mismísimo chef a mi mesa y me preguntó que qué tan picosa quería mi salsa. No había pero me prepararía una. Emocionado le dije que muy picosa y le dí las gracias.Me quedé esperando. Ensimismado en mis anotaciones de robot y de mi investigación. Unas horas antes había tenido mi primer revisión anual para permanecer en el doctorado y yo ya estaba planificando los pasos siguientes...ah no, esto fue antes de que me sirvieran el pollo. En ese momento, contemplaba mi pollo y me comía las papas que lo acompañaban. Cada minuto mi pollo me hacía ojitos y yo volteaba al televisor, ignorándolo. Unos 5 minutos más tarde llegó la señorita que atiende el bar, y con un pedazo de pollo en mi boca, le agradecí por mi salsa. Buenísima.
Me acabé el pollo, al cual añadí una cucharada de salsa por cada bocado. En el ínter veía un partido de futbol entre Inglaterra y Alemania. Penalties. Las dos mujeres que atienden el bar me dan la espalda para ver el partido y yo intento ver la tele haciéndome de lado. El chef se asoma. Thumbs up, your salsa está muy rica. Acaba el partido. Otra estocada para Inglaterra. Alemania gana. Yo disfruto mi pollo.
A dos mesas de la mía, un par de hombres que parecen amigos dejan salir un par de carcajadas efímeras mientras con un ojo ven el juego y con el otro su celular. El bar está medio vacío, no siempre es así, lo he visto con mejor ambiente, y hoy ni el juego de fútbol lo llena.
Sigo bebiendo, me enchipoclo una pinta de Seraphin con 4.1° de alcohol. Por allá, en otra parte del bar, una máquina con juegos electrónicos de cartas. Una arcadia touch. Un hombre joven, un poco gordo, sin inmutarse de que Inglaterra perdió, se gasta sus peniques tratando de vencer a la máquina. Empieza otro partido, España contra Italia. Al fondo, más el fondo, música indie. Son las 8:41PM.
Faltan 60 minutos más o menos para que se oculte el Sol. El bar luce vacío. Los amigos del celular, el chef, una de las chavas que atiende el bar y hasta los chavos de ojos rasgados que entraron a comer justo antes que cerraran la cocina, ya también se habían ido. Escucho a dos trabajadores del bar y la incesante narración del juego. 0-0, finaliza el medio tiempo.
27 de junio de 2017, el verano acaba de empezar, pero afuera llueve y hace frío. Yo pediré otra cerveza. Cada humano tiene sus vicios.